lunes, 25 de febrero de 2019

#01 CADA HIJO DE DIOS ES UN DISCÍPULO DE JESÚS


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Mateo 28.18–20  Jesús se acercó y les habló diciendo: ‘Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

¿A quiénes corresponde la tarea de formar discípulos de Jesucristo? ¿Qué implicancias tiene esta expresión? (Observe que el mandato no dice ‘convertir’ sino ‘hacer discípulos’.)

Un discípulo (del latín discipulus, ‘alumno, aprendiz’) es alguien que aprende bajo la tutela de un maestro. La persona que acepta a Jesucristo como Señor de su vida se convierte en su discípulo; recibe su enseñanza y ejemplo. 

Cada hijo de Dios es, según la Biblia, un discípulo de Jesucristo. El Nuevo Testamento habla siempre de discípulos; el nombre de ‘cristianos’ apareció más tarde, como una forma en que los no cristianos empezaron a llamar a los seguidores de Cristo (ver Hechos 11.26).

Hacer discípulos es función de toda la iglesia; en un sentido, es la tarea de la iglesia. La iglesia está formada por personas; y la tarea de la iglesia es alcanzar a personas. Vemos esto claramente en el mandato que Jesús dio a sus discípulos.

Formar discípulos no es tarea para un grupo selecto de creyentes. No es el  llamado de Dios para una ‘élite’ sino para todo su pueblo. Unos forman a otros para que estos luego formen a nuevos discípulos, y así sucesivamente.

De esta manera la iglesia crece y se edifica.

Nadie queda afuera

El autor de la Carta a los Hebreos declara que no podemos quedarnos en la infancia  espiritual sino que todos debemos alcanzar la condición de maestros, es decir, formadores de otros (Hebreos 5.12).

Nadie queda afuera. Cada creyente debe estar ayudando por lo menos a una persona a ser un verdadero discípulo de Jesucristo. Podemos decir que la evidencia principal de que hemos dejado atrás la infancia espiritual es que estemos ayudando a alguien más a crecer en la fe.

Cada discípulo de Jesucristo debe preparar a otros para que puedan repetir la misma tarea. El apóstol Pablo aplicó siempre esta estrategia y recomendó a sus colaboradores que lo hicieran.



Extraído de: Cómo Jesús discipuló a sus 12 / P.T Chandapilla

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