Jesús oró pidiendo que todos los cristianos fueran uno, así como el Padre y Él eran uno, a fin de que el mundo pudiera creer que Él había sido enviado por el Padre. Pidió que todos nosotros fuéramos uno (Jn. 17:21). Eso básicamente se refiera a la unidad de los creyentes como un resultado de la salvación, pero Jesús también quería que nosotros tuviéramos unidad en la vida y propósito de la iglesia. El apóstol Pablo les dijo a los Efesios que se esforzaran en “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4:3). No les dice que ellos generen la unidad; ya la tenían. Ellos tenían que mantener esa unidad que Dios ya les había dado.
La unidad es una parte importante de la vida de la iglesia. Esa es la razón por la que Satanás la ataca constantemente. Hace un tiempo, mi esposa y yo fuimos a una conferencia bíblica y tuve la oportunidad de hablar con la hija del doctor Criswell, quien fue pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas. Ella me contó: “Mi padre tuvo una vez en el equipo ministerial de la iglesia un hombre que trató de dividir a la iglesia. Aquello le desgarraba el corazón. Un domingo quedó tan preocupado acerca de ello que llamó a una empresa de carpintería y les dijo: ‘Para el próximo domingo quiero tener instalados reclinatorios en todas las bancas del templo’. Y así sucedió, para el siguiente domingo estaban instalados. (Todavía siguen allí.) Cuando los hermanos se congregaron el domingo por la mañana, él dijo: ‘Por la gracia de Dios nunca ha habido una división en esta iglesia y nunca la habrá’. Luego pidió a los hermanos que se arrodillaran en los reclinatorios para orar. Dios sanó los distanciamientos que se habían producido en la iglesia.
La unidad glorifica a Dios. Honra su santo nombre. Satanás está tratando incesantemente de dividir a las iglesias. Alabo a Dios porque nuestra iglesia nunca ha sufrido una división. Ha habido personas que querían marcharse debido a que ciertas cosas no sucedieron en la manera que ellos esperaban. Aun si ellos estaban en lo correcto, la humildad y el amor no actúan de forma que se produzcan divisiones.
Nadie es perfecto, de manera que siempre habrá pequeñas cosas sobre las cuales las personas estarán en desacuerdo. Sin embargo, debiéramos siempre hincarnos de rodillas juntos y buscar mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef. 4:3). Ese fue el deseo de los corintios y les dijo: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”. No podía soportar el ver divisiones en la iglesia filipenses que siguieran “combatiendo unánimes por la fe del evangelio” (Fil. 1:27). Sus palabras son de gran aplicación en el día de hoy.
¿Ve usted en su vida esas actitudes mencionadas? ¿Se caracteriza su vida por la obediencia? ¿Está progresando en madurez y siendo más santificado al escuchar la Palabra y aplicarla? ¿Se ve a si mismo creciendo de tal forma que a medida que se hace mayor alcanzará la cumbre de su dedicación espiritual? ¿Tiene usted una actitud de humildad? ¿Está atendiendo a las necesidades de otros con actos de amor que proceden de un corazón humilde? ¿Busca verdaderamente hacer la paz y mantener la unidad del Espíritu? Debiéramos buscar tener todas esas cualidades en nuestra vida. Esa es la voluntad de Dios para nosotros.
Extraído del libro, “El Plan del Señor Para La Iglesia” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.
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