miércoles, 6 de junio de 2012


“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”
1 Corintios 6:20

¡Cuántas veces olvido esto en mi vida! Sé que soy propiedad de Dios, comprada por precio de sangre, redimida para Su gloria…pero muchas veces mi actuar puede no mostrar quién es mi dueño.
Debemos reconocer que Dios es el Creador, el Señor y Dueño absoluto de todo. Reconocer la soberanía de Dios en todos los aspectos de la vida... testificándolo no solamente con la boca, sino con los hechos.

Recordemos que en medio de lo que le ofrezco al Señor, lo que más le interesa a Él es mi condición espiritual más que la cantidad de mi ofrenda. Él no necesita nada, pero sabe que sí su pueblo necesita aprender que “más bienaventurado es dar que recibir” Hechos 20:35, y, por medio de la mayordomía cristiana, el Señor nos ofrece esta gran oportunidad. Recordemos que Dios mira nuestro corazón en medio de aquello que le ofrecemos a El, por lo cual hay algunos puntos que considerar para ser el mayordomo que Él espera de mí:

Tener un corazón que reconoce a Dios como el Dueño: Mateo 10:8. Todo aquello que tenemos es por pura gracia, para cumplir con lo que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros y para Su Gloria.

Tener un corazón limpio: Dios conoce lo más profundo de nuestro corazón y pensamientos. Sal. 139:1-3

Tener un corazón en paz con otros: Mt. 5:23-24. No puedo decir que estoy bien con Dios… si no lo estoy con mis hermanos. Una relación de comunión con el Señor implicará una relación de comunión con las personas.

Tener un corazón obediente: 1° Samuel 15:13-22. La medida de mi obediencia a Dios es la medida de mi amor a Él. “Si me amáis guardad mis mandamientos” Juan 14:15

Tener un corazón agradecido

Tener un corazón fiel. 1°Corintios 4:2. Somos mayordomos de Dios, estamos en deber de usar todo lo que Dios nos da para su honra y gloria.

La mayordomía es el cuidar y usar todo lo que el Señor nos ha dado. No es solamente las cosas materiales, sino también incluye nuestro cuerpo, nuestro tiempo, nuestra familia, nuestros talentos, nuestros dones, el evangelio. Tenemos que entregarle cuentas al Señor del uso de todo lo que El nos ha dado.

Como hijo de Dios ¿vives para Él? A veces decimos... ¡No tengo tiempo! No hay tiempo para orar, leer y meditar en la Palabra y por supuesto menos tiempo tenemos para evangelizar, estamos llenos de compromisos, la escuela, la Universidad, el trabajo, la familia, etc., sencillamente ¡No hay tiempo!. ¿Es mi caso? ¿Es tu caso? Miremos a nuestro alrededor y las necesidades que allí hay. Seamos prácticos en el amor. Administremos nuestro tiempo personal, para darlo a los demás.

Mostremos la verdadera madurez de ser profundamente espiritual...siendo profundamente práctico.

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