Una pregunta cada vez más común en medio nuestro es esta de si se “nace o se hace” homosexual. Si bien en algún momento me interesó mucho el llegar a una conclusión definitiva sobre si alguien nace con esta tendencia genética o si es algo que surge como resultado de factores externos, creo que un enfoque más fructífero es definir lo que es natural de acuerdo a la Palabra.
Definiendo natural
Romanos 1 nos muestra que todo pecado es la consecuencia de restringir la verdad (Ro. 1:18) y de intercambiar al Creador por lo creado (Ro. 1:22-25). Pablo muestra que el homosexualismo es el pecado más explícito sobre el intercambio trágico que hacemos del propósito original (hombre y mujer, comparado con vivir para Dios) por un propósito distorsionado (hombre con hombre o mujer con mujer, comparado con vivir para lo creado). De modo que lo que no es natural en el propósito de Dios se ha vuelto natural para nosotros. Esta naturalidad para el hombre, de hecho, es el juicio mismo de Dios (Ro. 1:28).
Por tanto, si me preguntan si alguien ya nace con una tendencia al homosexualismo, mi respuesta tendría que ser “sí”. ¿Por qué? Porque todo pecado en nuestra vida será un reflejo de lo que es natural para nosotros, es decir, un reflejo de nuestra naturaleza de pecado. Solo que son diferentes pecados los que son naturales para cada quien. Con esto no estoy negando que haya factores externos que contribuyan a motivarnos hacia ciertos pecados. Pero esos factores simplemente están facilitando y amplificando lo que ya existía en nuestra naturaleza desde un principio.
Así nos ilustra Salmos 51:5: “He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre”. Desde que nacemos, nuestra inclinación natural es hacia el pecado, aunque sean diferentes pecados para cada quien, y algunos parezcan más o menos serios o sean más o menos aceptados por los demás.
La lujuria es una batalla de todos
Alguien preguntará: “¿Cómo puede ser malo si es natural?”. Tendríamos que preguntarnos también si es natural el deseo sexual por el sexo opuesto. Por supuesto que es natural. Pero todo lo que está fuera del orden y diseño de Dios para el sexo dentro del matrimonio es pecado. Por lo tanto, mi deseo sexual “natural” por mujeres que no son mi esposa es pecado y no lo puedo justificar simplemente porque “así nací”, aunque es cierto (Pr. 5:15-23).
La gracia y el poder del Espíritu Santo en la vida del cristiano no son evidentes por la ausencia completa de una tendencia hacia el pecado, sino por la batalla que se desata cada día en contra de esa naturaleza en nosotros. El hacer morir las obras de la carne por el Espíritu en nosotros (Ro. 8:13) no sucede una vez al comienzo de nuestra vida cristiana, sino todos los días.
Aunque hemos nacido con una naturaleza que nos lleva a pecar, Dios nos invita a en el evangelio a nacer de nuevo en una naturaleza que ya no es dominada por el amo del pecado, sino por el Espíritu que nos lleva a amar a Dios y su justicia sobre de todas las cosas (Ro. 6:16-23).
Llevemos este mensaje de esperanza a una sociedad que se ha rendido ante lo que satisface la naturaleza con que nacieron. Ellos no saben que Dios satisface más.
http://www.thegospelcoalition.org/ Current Events, Bible & TheologyNathan Díaz
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