Es absolutamente esencial que una iglesia se vea a sí misma como una institución establecida para la gloria de Dios. Me temo que las iglesias han descendido de ese elevado propósito y se ha enfocado en cambio en la humanidad. Hoy la iglesia parece pensar que su meta es ayudar a las personas a sentirse mejor acerca de sí mismas, no les ofrece a las personas otra cosa que placebos espirituales. Se enfoca en la psicología, en el amor propio, en el entretenimiento y en otras mil diversiones para tratar de satisfacer esas necesidades.
La iglesia ha sido reducida de un organismo que hace hincapié en conocer y glorificar a Dios a una organización enfocada en las necesidades humanas. No se dan cuenta de que si usted conoce a Dios y le glorifica, las necesidades de su vida quedarán satisfechas (Pr. 9:10). Cuando usted goza de una relación correcta con Dios, todo lo demás cae en su justo lugar.
Debemos interesarnos por las personas en la misma manera en que Dios lo hace. Pero debemos encontrar un buen equilibrio, y eso comienza con una visión elevada de Dios. Debemos tomar seriamente a Dios y exaltarle; no queremos tener a una iglesia centrada en el hombre. Tenemos que salir y alcanzar a las personas en el amor de Cristo, pero Dios tiene que ser siempre el centro de nuestra adoración y vida.
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